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Guía rápida para empezar a llevar joyas de hombre y que queden bien
Hablar a día de hoy de las joyas de hombre como la tendencia más arriesgada del mundo resulta de chiste. Los hombres hemos llevado joyas toda la vida, desde reyes a raperos. Pero, ¿por qué las perdimos?
La respuesta está en la historia misma. El punto de inflexión por el que se corta el patrón de la moda formal de hoy se le conoce como ‘La gran renuncia masculina’. A esta teoría llegó el psicoanalista John Carl Flügel en los años 30 y la explicó a las masas en su libro ‘Psicología del vestido’. Venía a decir lo siguiente: la moda masculina que se estableció al terminar la Revolución Francesa erradicó de manera fulminante todo adorno del vestuario masculino, no por capricho, sino para alejarse de la imagen de la clase privilegiada que pasó por la guillotina. De esta manera, fue el reloj la única pieza que se permitió en el joyero masculino, con la excepción de algún sello.
A lo largo del siglo XX, el brillo y el fasto ha tenido sus idas y venidas en el armario de los hombres, hasta los años 90, donde los raperos se convirtieron en uno de los referentes de estilo absolutos. Y lo hicieron con una imagen que distaba mucho de los estándares del yuppie de Wall Street o del minimalismo del Calvin Klein. Lo hicieron con chándales, ropa oversize, zapatillas y grandes joyas que remataban cada look para demostrar su escalada meteórica al éxito. De primeras fueron catalogados de horteras, pero hoy son la guía que configura el streetwear que ha dominado la última década de nuestro tiempo. Y por ahí pasan las joyas que, tras las sneakers, comienzan a vivir su momento de gloria. Basta con echar un vistazo a las firmas de lujo que cortan el bacalao actualmente.
Una de las últimas y más preciadas piezas de Louis Vuitton, firma capitaneada por Virgil Abloh, –fundador de la firma Off-White y uno de los artífices del streetwear actual–, ha sido el colgante dorado LV² de la colección con Nigo, fundador de BAPE, otra de las firmas de streetwear más importantes de nuestro tiempo. En Dior Men, Kim Jones ha volcado su desmesurada pasión por la moda urbana en las joyas de la diseñadora koreano-americana Yoon Ahn, directora creativa de Ambush –firma streetwear que triunfa entre los más entendidos–. Y los particulares cierres en forma de candado y clics con los que Matthew Williams remata sus creaciones en su firma Alyx ahora se esparcen también en Givenchy, casa de la que es responsable.
Una vez más, el influjo del streetwear ha conseguido que piezas o estéticas que en otro tiempo rechazábamos ahora sean tendencia absoluta, sacándolas del guetto y democratizándolas de manera masiva. Pero ¿cómo nos acostumbramos de nuevo a las joyas? ¿Existe una forma adecuada de hacerlo? En la moda, como en la vida, todo es ensayo, error y cómo nos sentimos con ello. No hay una forma específicamente correcta de llevar joyas, pero sí de para ponerlo en práctica.
Guía rápida para llevar joyas y que queden bien
El truco esencial para adentrarse en una tendencia es ir haciéndolo poco a poco. Empieza con algo sencillo, de esta manera será más fácil ir acostumbrando el ojo a ella, ir estudiando cómo te ves y aumentar o no el volumen. Con las joyas de hombre pasa lo mismo.
Las pulseras son posiblemente la opción a la que acostumbrarse más rápidamente. Por el uso del reloj, nuestro ojo está más hecho a ver nuestras muñecas adornadas, por lo que añadir una pequeña cadena o una pulsera rígida no causará demasiado impacto visual.
Sigue con algo discreto, quizá una cadena fina en acero, plata u oro. Ten en cuenta que esta pieza se verá más porque se encuentra en el marco visual de tu cara. Si se trata de un simple cordón, puedes incluir un pequeño colgante que te resulte especial, bien a modo de medalla o con alguna forma. Puedes llevarla tanto por dentro de tus camiseta, camisas o jerséis si necesitas irte adaptando paso a paso o dejarla caer directamente por encima de las prendas.
Por último, entre las joyas básicas encontramos los pendientes y los anillos. Resulta paradójico que, siendo las piezas más pequeñas, sean las más visibles. Los primeros porque, básicamente, cuelgan de la oreja, por lo que entran dentro del marco de la cara. Los segundos porque, si tenemos en cuenta que las manos son uno de los principales elementos de comunicación no verbal y que las estamos moviendo constantemente, es imposible que nuestro interlocutor no se fije en ellas.
Elige, prueba, mírate al espejo y ve añadiendo o quitando tantas piezas –o volumen a estas– como necesites según tu estilo, porque en el mundo de la joyería no hay nada escrito.
Fuente: GQ